Roswhen

Mara observaba el horizonte impasible, su mirada se perdía recordando otra época lejana más feliz, quizás el mundo no fuese perfecto, tal vez nunca lo haya sido, pero en aquel entonces todo resultaba más sencillo, en aquel entonces las cosas aun tenían un sentido, antes de aquella lejana noche….,si, un nombre había estado presente desde entonces en su cabeza  y también en su corazón, antes de que las sombras viniesen de nuevo a cercarla…Roswhen. Mara dirigió sus ojos hacia el cielo, ese cielo tan imposible como sus manos vacías- se ha vaciado de estrellas- pensó, aunque quizás no fuese el cielo el que estuviese vacío. El viento acarició su rostro, Mara se levanto y comenzó a caminar, los huesos en su interior crujían dentro de sus humedades y el norte de sus labios se laco mientras sus pasos la conducían con el barro bajo sus pies y la lluvia pertinaz, cayendo sobre su pelo, sobre su rostro, sobre su alma, sus ojos mirando el bosque brumoso que se abría paso ante ella. De repente todo volvía al origen, Mara se paro un instante, miro hacia atrás y hacia ambos lados, recorrió con sus ojos, cada recodo, cada grieta, cada árbol, intentando escrutar a través de la espesura, el suelo embarrado asfaltado de hojas, sus oídos estaban alerta, pero era desesperanzador, el bosque se había quedado mudo, las cenizas de la memoria volaban por el cielo y Mara cerró los ojos tras los barrotes oxidados estaba la alondra que habitaba muda e invisible, deseando poder escapar de su prisión, mientras los ojos acuosos de Mara se desdibujaban profundos y eternos, entre la niebla que iba acorralando su menuda figura.- Camina Mara, camina.- Se decía a sí misma y el hueco de sus manos vacías se cerraba de nuevo, los labios temblorosos y húmedos y una lagrima cayendo casi imperceptible sobre su rostro hacia el suelo diluyéndose casi en el aire tenue del atardecer confuso.

– Eres grande, más grande que tu sombra, más grande que todas tus miradas eres bella como una noche de luna llena cuajada de estrellas, bella como un arco iris después de la tormenta, eres fuerte como el roble anclado en el tiempo que agita sin cesar el viento del invierno, como un barco que destrozado por el huracán es capaz de llegar a puerto, eres importante como las raíces que se mantienen intactas a través del tiempo, eres mi anclaje en la vida, mi mas bello sueño, no lo olvides nunca, nunca, nunca….- La voz se iba perdiendo, pero las palabras quedaron prendidas en su corazón, la lluvia incesante, impertérrita y el bosque cada vez mas cerrado, cada vez mas oscuro. Mara despertó de repente, confusa, aturdida, sus ojos clavados en el techo de la habitación, otra vez ese sueño, siempre recurrente, siempre terminando en el mismo punto, ¿que significaría?. Mara se levanto y se dirigió hacia la ventana, sus ojos se perdieron entre las olas del mar que tenue y armonioso se perdía ante ella, recogida de si misma. Suspiro hondo sus manos rozando el cristal de la ventana, el viento arreciando en el exterior, necesitaba estar sola, aislada del mundo, aislada de todo y de todos. Esos días de soledad, la estaban ayudando, o tal vez no, no lo tenia claro, se vistió con calma, la madera del suelo crujía bajo sus pies, se puso un grueso jersey gris de lana  unos vaqueros gastados y sus botas de montaña y bajó a la planta de abajo a prepararse un café bien caliente en la cocina, encendió el ordenador, en aquel perdido rincón del mundo no había cobertura a Internet, pero a ella no le importaba, en realidad había ido hasta allí para estar sola e intentar descubrir que era lo que le estaba pasando. Esa casa era su refugio, desde la habitación contigua llegaban los acordes de Silence, sin duda su pieza favorita de Beethoven, las sutiles notas del piano colándose en su corazón. Mientras bebía un sorbo del humeante café una lagrima rodaba por su mejilla, al terminar decidió ir a dar una vuelta por la playa, se enfundo el grueso abrigo y salio al exterior. Las gaviotas revoloteaban sobre el cielo gris y plomizo, a lo lejos divisaba la luz parpadeante del faro todavía encendido, las huellas en la arena iban dejando un rastro de su pies caminando sin rumbo, mientras el mar lamia a borbotones la húmeda superficie. No supo precisar cuanto tiempo duró su paseo, a Mara no le gustaba estar pendiente del reloj. La chanson triste, recordó mientras una sonrisa se dibujo en sus labios, cerro los ojos por un fugaz instante, los almendros en flor, un campo de amapolas bailando al son del viento y el sonido del agua de la cascada  al caer ritmicamente sobre el río, recuerdos venidos de muy lejos, quizás de otro tiempo, o de otra vida, una sensación de paz que la transportaba, pero sabia que había nubes de tormenta que la cercaban, presentía el peligro, sabia que no era su imaginación, no, no lo era, su intuición era muy fuerte, de pronto se paro en seco, dejo que el viento le golpease con fuerza la espalda y un nombre se clavo en su cerebro, un nombre que se repetía incesante en su cabeza, un nombre que no reconoció, pero que estaba allí, como avisandola de algo, Olivia Tobar, Olivia Tobar, Olivia Tobar…¿quien era?. Mara echo a correr en dirección a la casa, todos sus sentidos se habían paralizado de golpe, cerró la puerta tras de sí, casi cayo al suelo desmayada, sintió una descarga eléctrica atenazando sus sienes. Una mujer corriendo entre la niebla, no era capaz de alcanzarla, le tendía la mano pero no la alcanzaba. ¿Donde estas…donde estas?. De pronto abrió los ojos, un espasmo la sacudió, sintió como se ahogaba y se irguió llevándose la mano a la garganta, se cubrió la cara con ambas manos, luego se fue incorporando despacio hasta quedar sentada doblada sobre sus rodillas.- ¿Quien es Olivia Tobar?, sera otra de mis alucinaciones.- Pensó, cada vez se sentía mas perdida, bruscamente se levanto del suelo, sintió un dolor agudo dentro del pecho y por un instante una nueva sensación de asfixia se colo en su garganta, se apoyo contra la pared, mientras el pánico recorría todo su cuerpo. No era a ella a la que le estaba pasando esto, vio un rostro cubierto de ceniza con el pelo gris cayéndole sobre el rostro y esos ojos desposeídos de toda cordura. El cuerpo de Mara convulsionó y cayó de nuevo al suelo, al tiempo que un grito salia de su garganta, luego el silencio se hizo en la habitación.

Primer capitulo de mi novela Roswhen.

Todo es silencio

Sólo había una nota escrita encima  de la mesa, sobre una pequeña libreta con tres palabras temblorosas con una caligrafía apenas ininteligible, todo es silencio, nada mas. La habitación apenas si iluminada por una tenue luz, que filtraba la mampara de una pequeña lampara situada en una esquina de la estancia, sostenía todo un lúgubre espectáculo ante los ojos atónitos de la policía, entretenidos como estaban buscando pistas que le diesen algún sentido a aquel macabro momento. Sobre las paredes desnudas había trazos negros, lineas que caían en vertical desde el techo hasta el suelo, simulando los barrotes de una celda. El suelo tan frío y lúgubre como el resto del cuarto desnudo totalmente, no había muebles, nada, solo una ventana cerrada que hacia intuir que fuera de aquel lugar, todavía existía la vida. La lampara jugando sobre los recodos medio oscurecidos, donde fugaces se posaban algunos haces de luz  y luego esa nota, esa extraña nota, mandando un mensaje tan yermo, plano, gélido, tan gélido como aquel frío que se intuía antes de poner siquiera un pie, sobre el avezado suelo de ese inhóspito lugar.

Era una mañana otoñal, el viento aleteando tras los cristales soplaba incesante sobre las grises aceras. Las hojas caídas de los arboles intentaban sin duda buscar refugio, antes de que llegase la lluvia. Delia caminaba sin tregua, las manos en los bolsillos del abrigo, el rostro mirando al frente, la mirada ausente, iba pensando…pensando en todo lo que llevaba ocurriendo desde hacia una semana, casi no dormía, se sentía continuamente observada, vigilada, las ventanas parecían tener ojos, ojos inquisitivos que se clavaban como alfileres en su espalda, creía ver el enemigo a cada paso. A veces el teléfono sonaba y cuando iba a cogerlo tan solo se oía ….el silencio al otro lado, nada, ni una voz, ni un susurro, ni un gemido, ni un golpe, tan solo…el silencio inerte, cortante al otro lado del hilo. Cada vez sentía mas y mas la soledad, hasta ese momento de su vida no había sido consciente de la perpetuidad de su presencia, había sido condenada, lo sabia…condenada al desasosiego constante, a la imperturbable oquedad de las noches infinitas, a sentir sobre sus días la anestesiante ceguera, de todos los que estaban a su alrededor, que la miraban de repente sin verla, que la rozaban sin tocarla, que la habían desterrado de la vida de golpe y no entendía el motivo, no comprendía la razón, el porque de su ignorancia tan absurda. Era raro,porque a la vez no sentía hambre, ni frío, solo sueño, sueño, ese sueño inmenso, pero cuando cerraba los ojos veía fantasmas, seres como salidos de un libro de terror con sus caras pálidas y macilentas, con miradas blancas , con manos gélidas que la cercaban, la cercaban….y entonces abría los ojos y allí estaba, en su habitación, rodeada de sus cosas, daba vueltas sobre todo buscando, pero…no hallaba nada, la lampara encendida escupiendo chorros de luz sobre la estancia y allí estaba ella buscando con la mirada, algún resquicio de verdad.

Delia llegó al portal y al entrar empezó a subir las escaleras de dos en dos, cuando por fin llegó a su piso se sentía segura por el momento, no sabia que hacer, no sabía a donde ir ni tampoco a quien acudir, el teléfono comenzó  a sonar de nuevo.- Saben que estoy aquí, me vigilan…me vigilan- Delia tomó el auricular entre sus manos y no dijo nada, tan solo quería escuchar ese silencio que le hablaba desde el otro lado delatando una presencia, alguien que inmutable la acechaba desde a algún lugar no demasiado alejado. Delia escuchó el click del teléfono al colgar y se dirigió a la ventana, fijo su vista en la calle, la gente bajaba bajo sus ojos, podría ser cualquiera, todos le parecían sospechosos pero…¿que era lo que buscaban, que querían de ella?, porque sabia que no era solo uno, no, eran varios, muchos, quizás fuese el mundo entero que se estuviese desintegrando, que estuviese sufriendo una terrible mutación y ella representase ese miembro que debe ser amputado, quizás…quizás tenia que protegerse, debía buscar la manera de pararlos , de evitar que entrasen, ahora era invisible ante los demás, o por lo menos eso era lo que todos le hacían creer.

Este es un trozo de un relato de mi libro territorios imprecisos, podéis encontrarlo a la venta en amazon, o en la pagina de la editorial united p.c.